10h58 CEST
24/10/2025
Manuel Sánchez Gómez
Londres, 24 oct (EFE).- Jannik Sinner sostenía una raqueta de oro. Sonriente el italiano y no es para menos, acababa de embolsarse 5 millones de euros. A su lado, las autoridades saudíes también estaban contentas, ya sabían que esto era el primer paso, que días después el tenis recibiría un terremoto, que por fin se habían salido con la suya, que Arabia Saudí albergará un Masters 1000 a partir de 2028.
El Six Kings Slam era una simple muestra de músculo. En muchos aspectos incluso carecía de sentido. Cobraba lo mismo un tenista eliminado en cuartos de final que un finalista, pero daba igual, Arabia Saudí solo quería demostrar que puede atraer a los mejores tenistas del mundo, que tiene el bolsillo para hacerlo y que quiere su parte del pastel en el tenis masculino como ya lo posee en el femenino, en el fútbol, el golf, la Fórmula Uno y tantos otros.
Miedo a un LIV 2.0
Fue en 2023 cuando comenzó a escucharse que Arabia Saudí quería entrar en el calendario ATP. Surgió el miedo, claro. Estaba muy cercano el conflicto en el golf entre el LIV y la PGA y la ATP y la WTA no querían que emergiera un nuevo circuito que fagocitara al suyo.
Por eso, ante la imposibilidad de crear un quinto Grand Slam y lo corto que se quedaba un ATP 500 o un 250, el Masters 1000 fue el punto medio perfecto. Su primera intención fue la de comprar una de las licencias ya existentes y Miami y Madrid vieron amenazados las suyas. Estos no quisieron vender y cambiaron de manos hace unas semanas, de IMG a MARI, y se mantienen en el calendario.
La otra opción que manejaba la ATP era crear un décimo Masters 1000. Desde su instauración en 1990, siempre han sido nueve los Masters, aunque con pequeños retoques como el cambio de denominación en 2008, de Masters Series a Masters 1000, y variaciones en las sedes, hasta que apareció Arabia Saudí para agitarlo y dar el brazo de la ATP a torcer, que es consciente de que ante las presiones actuales por parte de los jugadores, es mejor conceder un décimo torneo que la amenaza incipiente de un circuito paralelo que se lleve a sus estrellas como ya hizo el LIV.
Y es que este anuncio se produce en un contexto de críticas en el tenis. Los tenistas se han cansado de que no se les tenga en cuenta en la toma de decisiones y han arremetido contra las autoridades y los torneos por lo que consideran que es un calendario mortal y unas ganancias que no se corresponden con lo que se genera. Los tenistas quieren jugar menos y ganar más, sobre todo en un escenario de popularidad del tenis nunca visto, con los retales aún del 'Big Three' y la dominadora rivalidad entre Sinner y Carlos Alcaraz.
Pese a esto, no se han cumplido todas las pretensiones iniciales de Arabia Saudí, que quería un Masters 1000 de dos semanas y un cuadro de 96 jugadores, además de un WTA 1000 que se dispute de forma simultánea. Se tendrá que conformar con un cuadro más pequeño, de 56 tenistas y con un hueco en el calendario peor que el previsto.
Un problema de calendario
Los saudíes querían que fuera el punto de inicio de la temporada y el preludio del Abierto de Australia, pero la federación oceánica luchó para que no fuera así, porque se tragaría a todos los pequeños eventos que sirven de calentamiento para el primer Grand Slam del año.
En este escenario, el único lugar viable para ubicar el torneo es justo después de Australia, aprovechando que en febrero se juega en Doha y Dubai, dos eventos de categoría inferior.
La ATP tendrá que resolver un rompecabezas interesante de cara a 2028, porque en febrero se da cabida a la fase clasificatoria de la Copa Davis, que ocupa una semana del mes, la siempre maltratada gira sudamericana de tierra batida, principalmente en Argentina y Brasil, los torneos 'indoor' en Europa, así como campeonatos en Estados Unidos, México y los ya mencionados de Oriente Medio.
Además del poder financiero para poder organizar las exhibiciones que quieran y mostrarlas además en una plataforma con millones de usuarios como Netflix, Arabia Saudí ya tiene en sus manos un Masters 1000, las WTA Finals, que juntan a las ocho mejores tenistas del planeta en Riad a final de curso, las Next Gen Finals, en la que compiten los ocho mejores sub21 del año, dos embajadores como Rafael Nadal y Paula Badosa y el programa de maternidad de la WTA, que permite a las mujeres recibir una ayuda económica cuando decidan tener hijos.