09h57 CET
18/03/2024
El fútbol no deja de ser la dinámica de lo inesperado. Por esto es algo imbatible como espectáculo; sobre todo, cuando se llegan a las rondas finales y se enfrentan equipos con una estructura competitiva y ganadora. El Real Madrid, con el nuevo estadio, y más de dos décadas tomando decisiones ganadoras a medio y largo plazo empieza a marcar un abismo sobre sus competidores. El campeón entre los campeones no sólo no se ha cansado de ganar, sino que va por delante del resto en todos los ámbitos.
Ningún jugador es más que el Real Madrid. Ser estricto, por doloroso que sea, con esta máxima ha llevado al club a un relevo generacional y, antes, a ganar cuatro Champions en cinco años con un balance donde los ingresos superaban a los gastos y los salarios no vivían sujetos a la emoción del momento. En 2015, con la Champions del Barça, llegó la caída de un Barça que antes de que Bartomeu fuese a elecciones multiplicó el salario de todos. Fue el principio del fin. El ocaso llegaría con la pandemia y el salario de Messi.
Ahora mismo, el fichaje de Mbappè se hará sin financiación. Y su salario no necesitará de ningún esfuerzo porque los blancos tienen 727 millones de máximo para gastar en salarios. Todos los ingresos extraordinarios que generará su llegada irán a beneficio. Tremendo. Más cuando el Atlético puede gastar 302 millones en plantilla y el Barça 204. Y llegará Endrick. Y, quizás, Alphonso Davies para constatar que los blancos, en los despachos, son una apisonadora.